miércoles, 2 de febrero de 2011

La narrativa de Alfredo Armas Alfonzo


Para quienes se hayan acercado a la literatura de Alfredo Armas Alfonzo (Clarines 1921- Caracas, 1990), sin duda han sido testigos del impacto, de la pasión, de la intensidad de una literatura consagrada, de un trabajo arduo y constante. Desde 1949, cuando se publicó su primer libro, hasta finales de los años ochenta, este prodigioso narrador cosechó obras vitales para el acervo cultural venezolano.
Una de las características de la cuentística de Armas Alfonzo es la utilización eficaz de la oralidad, es decir, del uso del habla coloquial en muchos de sus textos. En tal sentido, Armando Navarra, señala: “El vínculo con lo oral no se capta sólo en los contenidos anecdóticos, sino también en las palabras. Ciertas presencias, entre ellas el lenguaje coloquial u otros términos y frases que impresionan como muy familiares, son recursos utilizados por Armas Alfonzo para conservar la oralidad.”
Dicha oralidad, se concreta además, con la utilización por parte del autor de vocablos y expresiones propias del pueblo, de la cotidianidad. Así pues, palabras como “boquiabierto”, “cristofué”, “caraetabla”, son empleados de modo acertado, con gran sentido de la estética y manteniendo siempre una alta calidad literaria.
La literatura para este narrador barinés es una forma de rebeldía ante un mundo cargado de incertidumbre, de injusticias. No sólo es la belleza y la plasticidad de la palabra, también es una actitud ante la vida. Es la transfiguración de lo banal, de lo absurdo. Es también la búsqueda de algo más profundo, del sentido de la existencia, una convicción que resplandece en cada renglón, en cada mini cuento.
Una de las destrezas que mejor perfilan a este gran autor es el uso de la descripción como elemento recurrente en la construcción de los personajes. De este modo, un olor, una cicatriz, el color de la piel, la contextura de la vestimenta, nos van presentando a los seres que actúan en cada una de sus piezas, de sus excelentes narraciones.
En cuanto a su proceso creativo, se podría decir que en sus inicios, empleó las técnicas tradicionales, una narrativa más bien con características del regionalismo, del criollismo. Al pasar del tiempo, en los que muchos críticos plantean como su segunda etapa, el uso de recursos como el monólogo interior, el soliloquio, el uso de diálogos indirectos breves, etc., constituyen una transformación vital de su narrativa, según las tendencias del vanguardismo, de las técnicas de los autores del boom latinoamericano. Entre las obras de este gran narrador encontramos: Los cielos de la muerte, La cresta del cangrejo, Tramojo, Los lamederos del diablo, Como el polvo, PTC. Puerto Sucre vía San Cristóbal, La parada del Maimós, El osario de Dios, Siete güiripas para don Hilario, Cien máuseres, Los desiertos del Ángel y Este resto de llanto que me queda