miércoles, 31 de marzo de 2010

Mi casa es un árbol antiguo (I)


Mi casa es un árbol antiguo
En ella florece la rosa de los vientos,
El corazón del verano:
La espiga inerte de las acequias.
Cada día, es la exaltación feliz
El trino de aves prodigiosas,
Sueños al vuelo, desandando en regiones
de estrellas disímiles.

Las ventanas se abren al campo, al sol que dora los trigales inermes.
Es una maravilla contemplar la línea azul en desbandada, el horizonte que se funde
En atmósferas de gris.

Entre la albacea y la nube de la tarde se perfila un combate.
Una bifurcación de arenas, de pueblos que navegan al ras de los acantilados.
Se devora a sí mismo el aullido multiforme, la lluvia que traga los cimientos,
Inunda el terraplén de las hormigas, ojos multiplicados de afán
Bajo la canícula de octubre.

Mi casa se irgue sobre el mar, sobre el estero, en la pradera solitaria
Como volcán oscuro y milagroso que reciclara su magma
En crepúsculos ahítos de afán y desamparo.

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