viernes, 10 de febrero de 2012

El ayer en una canción





Yordano tenía el cabello espeso y oscuro, aunque era igual de delgado que ahora, su presencia se traducía en locura, la guitarra instalada sobre su pecho, y su voz afinada y potente cantándole al amor, a una Caracas, espejismo de lo moderno, lo perenne y lo fugaz; todo en una canción, en unos cuantos acordes, en el ritmo preciso y cadencioso, en una época en que Venezuela exportaba las mejores telenovelas del continente, los mejores músicos, los escándalos torpes de una farándula incipiente, ingenua, provisoria.

En el ocaso de los ochenta, una de mis hermanas mayores era fanática de Guillermo Dávila. Entonces “el musiquito” con el cabello negro y alborotado, con ojos saltones y pícaros, y una sonrisa eterna, adherido a las paredes de su cuarto, y la locura cuando era presentado en Sábado Sensación (cuando éste era un programa bueno de verdad), y los gritos de las muchachas de los barrios pobres que tenían la oportunidad de tener de cerca al ídolo de una generación, y mi hermana muerta de envidia, soñando con poder abrazarlo detrás de los camerinos; era bestial, una época bonita, hasta inocente, mientras la pobreza crecía, al igual que la corrupción, y los embarazos no deseados, y el sida.

En Radio San Cristóbal pasaban la música que nos gustaba a mis hermanas, a mis amigos, a mí. Aditus, Feedback, Témpano, Soda Stereo, Enanitos Verdes, Sentimiento muerto, Zapato 3, Ankla, Pentágono, Prisioneros de Chile, Miguel Mateos, Melissa, Elisa Rego, Pablo Manavello, Frank Quintero, Karina, entre otros, formaban parte de la musicalización de la emisora ícono del movimiento juvenil sancristobalense de la época. Programas como “Ahí la tienen”, revolotean en nuestras memorias, con leve melancolía.

Al hablar de esta emisora, por cierto, recuerdo que en más de una oportunidad, nos pasábamos horas cerca de la radio a fin de poder grabar nuestras canciones favoritas; entonces los casetes eran, en muchos casos, utilizados una y otra vez, algo que para los chicos de hoy, internautas desde la cuna, testigos de lo que para nosotros era impensable, puede parecer estúpido, pero que para muchos de nosotros (me refiero a los que estamos por encima de la treintena) constituye una zona tierna de nuestro ciclo vital. Muchas de esas canciones son una suerte de sondtrack en aquellas historias con las que crecimos y aprendimos a vivir.

Cada época tiene sus modas musicales, su movimiento. En cuanto a la música tropical, muy buenos artistas coparon la escena nacional e internacional. Miguel Moly, Diveana, Natusha, Roberto Antonio, Wilfrido Vargas, Las Chicas del Can, Rudy Pérez, Juan Luis Guerra y 440, y los capos de la salsa erótica, nos hicieron bailar como nunca. Hoy, a pesar del tiempo, siguen haciéndolo; hay cosas insuperables, tonos que por geniales perduran en el tiempo. Así pues, estas canciones que nos transportan, nos hacen revivir un leve sobresalto, un gesto único enmarcado en una tonada, en los despechos efímeros, las alegrías, la bohemia de una adolescencia vivida a plenitud, pero sanamente, cuya única droga era la música, los besos furtivos, las noches que a pesar de todo se repiten, en cada melodía, en cada solo de guitarra, como una procesión de memorias tiernas, infinitas.


1 comentario:

Pedro Sánchez Negreira dijo...

Aunque lejanos en la distancia, somos casi contemporáneos -aunque yo más viejo que usted- Don Raul; por lo que compartimos memorias y artistas comunes.

Me ha gustado esta entradaen su bitácora dado que me ha hecho volver unos cuántosaños hacia atrás.

Un abrazo.