martes, 21 de febrero de 2012

la obra de Flaubert


Una de las razones por las que en adelante voy a destacar entre mis lecturas la novela Madame Bovary del escritor francés Gustave Flaubert, es que esta obra retrata, de una manera muy vívida y fabulosa, las más importantes pasiones humanas: el amor, la avaricia, el miedo, el honor, las relaciones prohibidas, la sinceridad, la muerte.

Aunque fue publicada por primera vez en 1856, ambientada en una Francia más bien provincial, el eco de su trama pervive entre nosotros. En su escritura, ardua labor en la que Flaubert se empeñó de modo enérgico, se demuestra que en literatura los genios además de nacer, también se hacen, con disciplina, trabajo, reescritura. En tal sentido, el escritor francés nos deja un legado a quienes nos aventuramos al mundo de la escritura de narrativa.

Luego de leerla por tercera vez, pude comprender un poco más a Emma Bovary, su protagonista. Una mujer común y corriente que como muchas en la actualidad luchan por sus sueños y metas, tal vez en algunas ocasiones recorriendo los caminos menos austeros y menesterosos, pero en fin, luchando por ser ellas mismas, rechazando los prejuicios y las tentativas de encasillamiento. En una sociedad machista, la figura de esta mujer se impone cual estrella fugaz en una noche oscura, dejándonos solitarios frente a las páginas del libro, mientras su alma desanda hacia aquello que no conocemos.

El Premio Nóbel de Literatura Mario Vargas Llosa en su obra “Madame Bovary: la orgía perpetua” nos expone las razones por las cuales esta obra literaria es reconocida como una de las novelas primordiales de la literatura mundial de todos los tiempos. Su fondo y su forma condensan, como lo advertimos en líneas precedentes, el resultado de días interminables de labor entusiasta y disciplinada por parte de Flaubert.

En cuanto a su fondo, Madame Bovary, basándose en una historia verídica, amalgama el mundo francés de la época, específicamente, las costumbres y tradiciones de índole rural. Desde luego que en esta esfera, los prejuicios sociales frente a las actitudes de nuestra protagonista, son un signo del vasto y complicado entramado de relaciones humanas, en nuestras sociedades occidentales. Cada personaje representa a los títeres de un mundo, que analizado sin mucha profundidad, tiene que ver sobremanera con lo que vivimos en nuestros días. Si bien es cierto que Emma, en muchos casos, actúa de modo irreverente y hasta asocial, no somos quienes para señalarla, para juzgarla.

Si nos acercamos a su forma o estructura, podemos encontrarnos con un lenguaje sobrio, elegante, pero al mismo tiempo pertinente y eficaz. De acuerdo a lo reseñado por quienes tuvieron la oportunidad de conocer y compartir con el escritor francés durante la época de escritura de la obra, lo definen como un laborioso de la palabra. Un hombre que pasaba horas infinitas escribiendo, leyendo, tachando y reescribiendo. Un acucioso del lenguaje; un científico de la literatura.

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