Cuando esa mañana de agosto, la Jefa de información propuso la pauta de la semana, quedé un tanto desubicado, pues jamás pensé que me tocaría escribir una nota cultural, y muchos menos, entrevistar a ese personaje. Recordé vagamente que unos años atrás, su nombre había acaparado las primeras planas de diferentes diarios locales y nacionales. La noticia, había provocado un gran revuelo en el mundo universitario local. Desde esa época, que coincidía con mis pasantías como redactor de planta de un semanario deportivo, no había vuelto a escuchar nada sobre él.
Al cabo, la jefa me facilitó el libro y me explicó, con su característica displicencia, que Monte Ávila Editores había publicado su primera novela: «Tras la sombra del araguaney», cuyo argumento planteaba los pormenores de una relación amorosa entre un profesor universitario y una estudiante de literatura. Un planteamiento trillado, que no obstante en la pluma de Bolaño, adquiría una vitalidad inédita. En la contraportada, el escritor venezolano Raúl Márquez, comentaba: «La narrativa de Bolaño constituye una de las más poderosas de los últimos años en la literatura nacional, con un acertado uso del lenguaje popular y cotidiano, pero signada a su vez, por una poética intensa y genuina. (…)».
Para llegar a la propiedad de Santiago Bolaño tuve que viajar casi dos horas y media. Era una casa campestre ubicada en el piedemonte andino venezolano. A fin de prepararme para la entrevista, la noche anterior leí los primeros capítulos, así como el capítulo final de su ópera prima, quedando gratamente sorprendido. Por otra parte, gracias a la página WEB de la editorial, supe que el otrora profesor universitario y ahora novel escritor, se había casado nuevamente. También supe que de una relación anterior, tenía un hijo de diez años. Supongo que para muchos de mis coterráneos, estos datos no serían del todo desconocidos. Tras el secuestro y terrible asesinato de Karina Sáenz de Bolaño, hechos ocurridos a mediados de 2007, la prensa local y nacional dedicó páginas enteras al seguimiento de la noticia. Recuerdo que entonces me encontraba tan embebido con la Copa América de Fútbol, cuya edición de ese año se celebraba en nuestro país, que no le presté mayor atención a los pormenores de aquel acontecimiento.
A un cuarto para las once de la mañana, y luego de esperarlo por casi media hora, Bolaño me recibía en su despacho. Era más bien bajo, delgado. Ese día, portaba traje gris, sin corbata. Sus ojos eran aindiados; cabello liso, oscuro; nariz ligeramente aguileña; cejas pobladas, a lo Vicente Fernández.
—Si usted quiere le puedo facilitar una nota que me escribió un amigo sobre el libro… Así se ahorraría tiempo… ¿Le parece? —hablaba pausadamente, con cierta aversión, mientras su mirada se posaba sobre un libro de Vila-Matas que descansaba sobre su escritorio—. Le volví a explicar que necesitaba algo más, pues me habían asignado una página entera. «Mi intención es dar a conocer un poco más su perfil como lector y escritor; gustos literarios, rutinas, métodos», aclaré, un tanto temeroso de que rechazara la entrevista. Tras un breve silencio, repuso:
—Está bien… Pero, por favor, nada de grabadoras. Creo que con la libreta y el lápiz será suficiente. —tenía los ojos enrojecidos. En el ambiente se respiraba un leve aroma a alcohol.
—Por supuesto, como usted quiera. Lo que sí le pido es que me permita tomarle algunas fotos. Eso me ayudará a ganar puntos con la jefa, usted sabe… Sonrió, y sin esperar mis preguntas, dijo:
—Muchos escritores utilizan la literatura para recrear el mundo; para embellecer las pequeñas historias de los hombres, sus esperanzas y fracasos cotidianos. Yo, por mi parte, escribí con el fin de liberarme de mis propios demonios, como si al hacerlo, participara en una especie de catarsis... Sé que muchos, al leer la novela, van a establecer coincidencias entre su trama y la desgracia que transformó mi vida, hace años atrás… Imagino que usted sabe a lo que me refiero…
«Cuando los detectives del Cuerpo Técnico de Policía Judicial hallaron el cadáver semi enterrado a unos metros de la casa de campo de los Bolaño-Sáenz, justo bajo la sombra de un araguaney, tuvieron una razón más para incriminar a Santiago Bolaño en el secuestro y posterior asesinato de su joven esposa.» (Fragmento de nota de prensa publicada en Diario de los Andes, Táchira, 23 de julio de 2007) «El Consejo Nacional de Universidades, en reunión extraordinaria, decidió suspender de sus funciones pedagógicas al Lcdo. Santiago Bolaño, en virtud de las investigaciones que llevan a cabo las autoridades judiciales en torno al caso de la ciudadana Karina Sáenz de Bolaño…» (Fragmento de nota de prensa publicada en NoticieroDigital.com, el día 28 de julio de 2007)
—Sí. Conozco parte de la historia. Anoche estuve revisando algunas páginas WEB… —a lo lejos, el azul del cielo se debatía con una gran nube oscura. De un momento a otro, comenzaría a llover.
—Yo la amaba, lo juro. La amaba como a nadie. Pero a veces el amor no es suficiente… —sus ojos adquirieron un brillo extraño. Al cabo de un breve silencio, cambió de tono, y prosiguió diciendo:
— ¿Sabe? Me indignó, sobremanera, que la prensa se aprovechara del asunto. Es lamentable el tratamiento con que enfocaron ese momento terrible de mi vida… ¿Comprende ahora el por qué de mi suspicacia con ustedes, los periodistas?
—Mire, yo entiendo su posición…—dije, de la manera más sutil que pude—. De hecho, mi pauta consiste en que me comente sobre su novela, nada más… Mi intención no es revivir aquel mal momento. ¡Créame, por favor…!
Comenzó a llover copiosamente. Entre tanto, Bolaño me contó cómo fue construyendo la historia. Relataba de una manera muy vívida el encuentro entre los personajes; lo que significó para un viudo de cuarenta años, tener una relación amorosa con una chica de veinte. “Para tejer los episodios me propuse utilizar un lenguaje sobrio, sencillo, elegante. Quise que mi escritura se pareciera a la de mis maestros literarios: Roth, Vila-Matas, Villoro, Francisco Masianni…” comentó, mientras la lluvia seguía azotando los cristales.
—A pesar de que está convencido del amor de Arianna, Gabriel no se siente feliz del todo… —mientras hablaba, su rostro fue asumiendo una expresión, inexplicablemente, desafiante—. Un sentimiento contradictorio se adueña de su alma —prosiguió—. Es entonces cuando contacta a unos tipos de baja calaña y les propone el «trabajito». Un amor enfermizo lo incita a cometer el peor acto de su vida…
—Discúlpeme, profesor. Pero yo creo que el que realmente se ha aprovechado de su desgracia es usted mismo… Gran parte de la novela es un retrato fiel de su vida; de su matrimonio con Karina Sáenz, que antes de ser su esposa fue también su alumna… Es obvio, profesor… Por ejemplo, lo que le sucede a Arianna, salvo algunos mínimos detalles, fue lo mismo que le sucedió a su esposa…
—¡Cállese! ¡Cállese de inmediato, no joda! —Gritó, con el rostro descompuesto por la rabia. Al instante se puso de pie, mientras sacaba un arma del bolsillo del paltó…— ¡Estoy harto de que todos quieran juzgarme! ¡Fuera! ¡Fuera de mi casa!
Salí corriendo de inmediato, con la piel erizada por el terror, presintiendo que podían ser los últimos instantes de mi vida. En mi carrera, tropecé con la señora que me había atendido horas atrás, quien susurrando algo, se dirigió presurosa al despacho de Bolaño. Cuando estaba a punto de encender el auto, el estruendo del disparo ensordeció mis sentidos. Cerré los ojos. Casi no podía respirar; hasta me sentí un tanto mareado. Me bajé del auto, lentamente, y sólo en ese momento, bajo una tenue llovizna, me percaté de la presencia de un frondoso araguaney, cuya sombra cobijaba la parte posterior de la casa. «Tras la sombra del araguaney», susurré despacio, al tiempo que la señora de servicio se asomaba por la puerta principal, sollozando y gritando de modo desgarrador.
Todo sucedió tan rápido, tan inesperadamente, que todavía me parece increíble. Recordé que Gabriel, el personaje principal de la novela de Bolaño, se suicida lanzándose a las aguas de un río caudaloso, luego de embriagarse con una botella de güisqui. Finalmente, lo que iba a ser una nota cultural se convirtió en una nota de sucesos.
Días después del sepelio, Jorge Gómez Jiménez, escritor y editor de una importante página digital venezolana dedicada a la literatura, me llamó para pedirme que le escribiera una nota sobre la novela de Bolaño, cuya primera edición se había vendido como pan caliente, a los pocos días de haberse distribuido, en las principales librerías del país.