viernes, 16 de marzo de 2012

Preciso de una mirada...

Preciso de una mirada que serenamente

Sea capaz de extraviar tus imágenes

Hacia recodos insondables.

Preciso de una nueva epidermis

Que me libere del ocaso de tu piel,

De un nuevo deseo

Capaz de mitigar esta avaricia

Preciso de otro vestido,

De otras calles,

De otros relámpagos.

De un beso que me desate de tus besos.

Preciso de un caudal incontenible

Que me conduzca hacia nuevos puertos,

Hacia nuevas bienvenidas,

Hacia nuevos abrazos de mujeres remotas y dulces,

Hacia tardes límpidas y luminosas

Donde tu recuerdo

No sea más que un recuerdo

Ernest Hemingway

Muchos escritores antes de dedicarse de lleno a la literatura, hicieron pasantías en el mundo periodístico. De hecho, muchos intercalaron estas dos labores de manera significativa. Aún en nuestros días, gran cantidad de escritores, además de crear textos de ficción, ejercen la función periodística como forma de trabajo, es decir, para subsanar sus gastos cotidianos, pues bien es sabido que muy pocos pueden subsistir sólo con la literatura. Tal fue el caso del escritor norteamericano Ernest Hemingway.

Hemingway además de dedicarse a estas dos profesiones, supo crear una simbiosis interesante entre ambas, que dio como resultado una literatura muy particular, estructurada con un lenguaje sobrio, decantado hasta el hartazgo, caracterizado por oraciones y frases cortas y contundentes, influenciadas sin duda por el estilo periodístico.

Pero la fusión literatura-periodismo en el mítico escritor norteamericano no sólo se circunscribió al lenguaje, sino que también se desarrolló en el plano de las ideas, de los temas planteados desde la literatura, los cuales tuvieron su origen en las experiencias del escritor como reportero de guerra. Así pues, obras narrativas como “Adiós a las armas” o “¿Por quién doblan las campanas?” constituyen una manera de recrear sus vivencias de tipo comunicacional.

Por otra parte, muchos críticos, escritores y lectores en general, consideran a Hemingway un maestro de la cuentística contemporánea. En tal sentido, el escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien en más de una oportunidad se ha confesado discípulo de Hemingway, asevera que el hecho de que el gran escritor norteamericano sea considerado uno de los pioneros del cuento, tiene que ver con la manera como éste aprovechó sus recursos estilísticos como periodista.

Tal es así, que algunos de sus cuentos memorables, tales como “Gato bajo la lluvia” o “Los asesinos” están escritos en una prosa limpia, sin adjetivaciones innecesarias, ni giros redundantes, lo que les confiere una economía lingüística eficaz en cuanto al mensaje, sin menoscabar la profundidad temática, ni el uso eficiente de los recursos y las técnicas literarias referidas al cuento.

En definitiva, Ernest Hemingway es uno de los referentes a la hora de estudiar el fenómeno de la relación entre el periodismo y la literatura. Gran precursor del cuento actual, de una escritura virtuosa, elegante, equilibrada, donde además de su vida profesional, es reflejo fidedigno de sus inquietudes personales, sociales y filosóficas.

jueves, 8 de marzo de 2012

Predestinación



Qué pasará mañana cuando tú y yo hayamos comprendido que el amor no éramos nosotros: éramos todos y nadie, qué más da. Cuando tu olvido atraviese como una lanza mi desvarío, cuando la calle se olvide del leve murmullo de tus piernas. Cuando el crepitar silencioso de tu adiós me vuelva trizas, y tus besos se sinteticen hasta alcanzar la forma exacta del desamparo. Qué haré en adelante, después de tanto fuego y humedad y caminos trillados y humaredas y noches y todo. Reciclaré tus fragmentos en el aire (la leve risa, el seno altivo, la mano inerte), contemplaré silencioso tu adiós de largo trecho: tu andar indescifrable, tu bolso azul de ausencia, tu miopía de vidente, tu cadera entre la sombra. ¿En dónde guardaré la avaricia, el temblor, la insensatez de buscarte como un loco en medio de mí mismo?

viernes, 2 de marzo de 2012

Donde perdura el extravío


I

Te cerraré las heridas por las que emanan los recuerdos

Te tallaré en ríos de hermosura desatada

Habitarás la selva del ancestro junto a la lluvia y el mar

Esculpiré tu efigie en la alborada de raudas arboledas

Te perpetuarás en la edad de los vientos

En la edad sin tiempo de mi sombra

Cantarás al compás de sones interminables

La eterna canción del adiós y el extravío…

¿Seres racionales?

En los últimos resplandores de la existencia sobre el planeta tierra, muchos de quienes aún tengan conciencia plena de sí, recordarán las advertencias, los anuncios de científicos y ambientalistas, acerca de la necesidad que teníamos de cuidar nuestra una casa espacial. Pero será demasiado tarde. El ciclo se habrá cumplido de manera puntual e inevitable. Los pocos sobrevivientes evocarán con hastío los estertores de una vida que parecía eterna, o por lo menos eso era lo que muchos suponían, al tiempo que dilapidaban nuestros recursos, con el afán absurdo de vivir a plenitud una vida vana y superflua.

En los últimos cien años, el hombre habrá producido una catástrofe ambiental sin precedentes. Romperá el equilibrio ecológico de los diversos ecosistemas que cohabitaban en perfecta armonía sobre la faz de la tierra. Con la aparición de las energías no renovables como el petróleo y su uso indiscriminado, las cuales al tiempo que ofrecían comodidades a la especie humana, provocaban su destrucción, el ser humano cifraría su destino, su autodestrucción.

El hombre, en su insaciable búsqueda de riquezas fue destruyendo bosques, contaminando ríos, demoliendo montañas, envenenando el aire. Las advertencias fueron desdeñadas, la ceguera, la prepotencia reinó en los corazones. Y las personas conscientes de esta situación jamás recibieron la atención y la ayuda suficiente como para poder despertar la conciencia de los miles y millones de terrícolas que como garrapatas insaciables desangraban el futuro de la civilización.

Era preciso actuar con prudencia, frente a la descorazonadora certidumbre de que el petróleo a fin de cuentas era un recurso no renovable. Había que buscar energías alternativas que representaran opciones menos contaminantes, más naturales. Algunos países intentaron emplearlas, algunas naciones europeas instalaron parques eólicos, algunas comarcas se alimentaban de la energía solar, pero no era suficiente. Nuevamente, ese modo de vida del ser humano de los últimos tiempos se impuso. El facilismo, la falta de conciencia ecológica, reinaron por doquier, soslayando las acciones de infinidad de organizaciones ecológicas que imploraban casi de rodillas por un cambio de mentalidad.

La catástrofe se fue produciendo de modo progresivo. Fue un suicidio mundial. Con la producción en masas de aparatos tecnológicos, con la famosa obsolescencia programada y otras patrañas impulsadas por los “dueños” del mundo, el final fue cada vez más inminente. Cuando se quiso dar marcha atrás era simplemente demasiado tarde. En los últimos cincuenta años había sido tal la acción destructora del hombre, que millones de especies animales y vegetales morían de manera acelerada. Las piezas de este inmenso y fascinante macro-sistema fueron desmoronándose; las enfermedades, la pobreza, la intolerancia, el odio, reinaron en las últimas décadas. Aquel planeta azul que alguna vez brillara en el firmamento infinito de la vía láctea, era una sombra gris, una nave abandonada en el cosmos, el cruel desatino de una humanidad torpe y absurda.