martes, 14 de septiembre de 2010

El país de las maravillas





El día amaneció sin rastros de lluvia. Como cada mañana, el sol despertó por el oriente, pintando de carmín la línea del horizonte. Nos esperaban poco más de setecientos kilómetros de carreteras, paisajes llaneros, lagunas, montañas y otras cosas más. El turismo de aventura en nuestro país es un lugar común, entendiendo por aventura los niveles de inseguridad, la falta de conciencia de algunos conductores, etc. Es decir, todo lo que acarrea abandonar tu nido caliente y seguro, tu despacho, tu mueble favorito. La meta final eran las costas del estado Carabobo. Unos días de playita que no caen mal a finales de agosto.
Venezuela es un país de contrastes. Una mina turística, un gran ecosistema en donde convergen diversas especies en total armonía. Por lo menos en teoría, esa es una descripción posible del gran paraíso en donde nos ha tocado nacer y vivir. Un país rico, pero atrasado. De gente cordial, amable, pero también signada por relaciones poco productivas y por una coyuntura política que nos divide y margina, que nos hace intolerantes y absurdos. En fin, un paraíso posible; el país que nos merecemos, porque así lo hemos construido.
Días antes del viaje me tracé la ruta. Para ello, utilicé el famoso recurso del google eart. De manera virtual volé sobre la troncal Nº5, las autopistas, hice un listado de los pueblos y ciudades que debía atravesar. Luego a preparar equipajes y a revisar el carrito. Todo al punto para el viaje, escribí un poco y terminé un libro de Antonio Pasquali.
Cuando Cristóbal Colón llegó a nuestras costas quedó pasmado por la prodigiosa belleza de nuestro territorio. Son más de cuatro mil kilómetros de playas, arena, sol, espuma, olas que vienen y van, islas, islotes, arrecifes, atardeceres de postal, caracoles, cangrejos que danzan zigzagueando entre las piedras y los arenales. Aunque muchos turistas extranjeros catalogan a algunas playas venezolanas como las mejores del mundo, lo cierto es que hace falta mayor atención por parte de los organismos encargados de “aprovechar” al máximo el regalo que nos dio la naturaleza.
Durante el viaje, nos pudimos percatar de que en algunos tramos de las autopistas y carreteras no existe la señalización necesaria. Por ejemplo, en el tramo de San Cristóbal- Guanare, nos encontramos con reductores de velocidad, algunos de los cuales, dicho sea de paso, no están pintados, sin que se advierta su presencia. Queríamos saber exactamente dónde estábamos o cuántos kilómetros faltaban para llegar a un sitio específico y nada. Ningún cartel que nos orientara oportunamente.
Por otra parte, es preciso que comentemos que llegando a Valencia, y en la autopista que conduce a Puerto Cabello, sobre todo en el carril del medio, encontramos gran cantidad de huecos, algunos realmente peligrosos. No quiere decir que todo sea malo, pero creo que es pertinente que los gobiernos locales, regionales y el nacional dejen de lado sus diferencias ideológicas y cumplan con sus funciones, pues después de todo, son servidores públicos que se deben a la ciudadanía.
Otro aspecto mejorable tiene que ver con la falta de seguridad y de vigilancia que debería implementarse en nuestras playas. En muchos casos, no ves a un policía ni siquiera de milagro, mientras escuchas historias de carros desvalijados o personas víctimas de robos o atracos.
Por último, muchas de nuestras playas se encuentran sucias. En este caso, la culpa es de muchos temporadistas a quienes les importa poco el uso ecológico de nuestros recursos naturales. Si queremos un país mejor, primero debemos empezar por ser cada vez mejores personas, mejores ciudadanos. No hay de otra. Señores, señoras.
Diez horas de viaje. De nuevo en casa. Mientras escribo, aún me arde un poco la espalda por el abuso de sol. Entonces me digo que Dios me ha permitido vivir en el país de las maravillas, que es una lástima que sigamos desgastándonos en una contienda ideológica absurda, y muchos dirigentes sigan utilizando la palabra pueblo como un lupanar.

jueves, 5 de agosto de 2010

El reino poético de Ramón Palomares


La poesía de Ramón Palomares amalgama el fuego y la nieve, lo místico y lo terrestre, la aprehensión de un imaginario que se desborda en ríos, en páramos, en atardeceres insondables. Su poesía, tiene la capacidad de convertirnos en testigos de un espectáculo único, donde el poema reina a sus anchas, brota sin dislates ni reticencias y nos conmueve, nos enternece, nos hace más humanos.
Como toda poética, la de Palomares, es el resultado de etapas y procesos evolutivos. Sin embargo, siempre ha mantenido su esencia primigenia: ese juego voraz con el lenguaje. En tal sentido, Víctor Bravo, comenta que « en sus versos el lenguaje se muestra como un sexto sentido que no es sino la prolongación de los demás (…), todos en esa trama y en ese milagro del lenguaje.»
Los temas tocados por el poeta trujillano, tal y como los bardos de su generación, se centran en la vida provinciana, los desvaríos del amor, el existencialismo, la soledad del hombre contemporáneo, los mitos familiares, entre otros. La mirada de Palomares se asoma como desde un altar, donde lo ve todo, lo domina todo, de la mano de una sensibilidad infinita, alimentada por los años, por la vida.
Este importante poeta venezolano nace en Escuque, estado Trujillo, en 1947. Perteneció a los grupos literarios Sardio y Techo de la ballena, movimientos importantes en el proceso evolutivo de la poesía venezolana actual. Entre sus obras encontramos El reino, 1958; Paisano, 1964; Honras fúnebres, 1965; Santiago de León de Caracas, 1967; El vientecito suave del amanecer con los primeros aromas, 1969; Adiós Escuque (Poemas 1968-1974); Elegía 1830, 1980; El viento y la piedra, 1984; Mérida, elogio de sus ríos, 1985; Poesía (Antología), 1985; Alegres provincias, 1988; Lobos y halcones, 1997. Más recientemente Casa de las Américas editó su antología En el reino de Escuque, 2006. En 1974 le fue conferido el Premio Nacional de Literatura.
Uno de los aportes de la poesía de Palomares, es el uso de las voces coloquiales, expresiones del hombre de a pie, entrelazadas con imágenes literarias de una factura y una belleza transparente y total. Una poesía escrita para todos los hombres de la tierra, reflejo fiel de lo que somos y de lo que padecemos, de lo que recorre los senderos entre la vida y la muerte.

lunes, 19 de julio de 2010

Los juegos de Francisco Massiani

La obra literaria de Francisco Massiani es considerada por muchos lectores y críticos especializados como una de las más singulares de la historia de la literatura venezolana. En 1968, cuando el escritor contaba con apenas 23 años de edad, la Editorial Monte Ávila publicó Piedra de Mar, una novela que junto a País Portátil de Adriano González León, y las obras de Salvador Garmendia y Renato Rodríguez, constituyen parte esencial de la renovación de la narrativa venezolana de las últimas décadas.
En Piedra de Mar, se presenta el mundo de discordias, esperanzas y sueños de un grupo de adolescentes, en medio de una atmósfera urbana y natural, reflejo fidedigno de esa generación de los años sesenta, símbolo de rebeldía e irreverencia ante un mundo caótico y superficial. El protagonista escribe una especie de diario en el que además de ir contando lo que le sucede, va dando a conocer sus reflexiones acerca de la escritura.
La ópera prima de Francisco «Pacho» Massiani resquebrajó muchas teorías y preceptos literarios y abrió una senda prodigiosa que desde entonces ha influido en el proceso creativo de las nuevas generaciones de narradores venezolanos. En ésta convergen personajes de profunda humanidad como Corcho, Carolina, Marcos o Lagartija, chicos de ciudad, atrapados por sus miedos y expectativas.
Con un tono y una oralidad caracterizada por un coloquialismo poético sin precedentes, diálogos dinámicos y muy caraqueños, Massiani va construyendo un mundo transparente y vital, que sin duda determina el estado de los seres, quienes a su vez van delineando los ambientes donde convergen sus relaciones y actitudes. El amor, esa vorágine de sentimientos y elucubraciones infinitas, el despertar a una sensualidad de mitos y veredas furtivas. La amistad, el desasosiego, la alegría de vivir, las rocas, el mar, la eterna playa en que se desnudan la piel y el sentimiento más sensato e ineludible.
La lectura de Piedra de Mar te hará cómplice silente de un amasijo de episodios increíblemente ciertos, en que recordarás que la adolescencia no es tan solo un estadio del desarrollo biológico, sino un periplo único y determinante en la concreción de lo que somos, de lo que seremos. Francisco Massiani nació en Caracas en 1944. Poeta, cuentista, dibujante, viajero irreductible. Entre sus obras encontramos: Piedra de mar, Las primeras hojas de la noche, El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes, Los tres mandamientos de Misterdoc Fonegal, Un regalo para Julia, Con agua en la piel, Señor de la ternura (poemas, 2007), entre otras.

lunes, 12 de julio de 2010

La poética de Marco Ramírez Murzi

Marco Ramírez Murzi nació en 1926 en San Antonio del Táchira. Poeta, abogado, promotor cultural; hombre de vasta cultura y de una intelectualidad sobria y genuina. Sin duda, una de las voces más singulares de la poesía tachirense. Desde muy joven, comenzó a edificar una poética elegante, tocada por los aires de la poesía vanguardista iberoamericana, en donde se conjugan imágenes de gran belleza, de onírica sustancia, pero al mismo tiempo, de una inigualable raigambre popular. Poesía profunda y sencilla, labrada con tenacidad; con la pasión con que el pintor fragua su obra mayor. Así Ramírez Murzi, con las pinceladas del ensueño, nos ha legado un tesoro poético de valor incalculable.
La primera vez que leí su poesía, hace más de una década, no pude evitar relacionarla de inmediato con la Generación del 28 española, así como también con el Grupo Viernes, esa pléyade de poetas venezolanos que constituyeron el sino de toda una tradición literaria y que modernizaron, por decirlo de algún modo, la poesía venezolano de mediados del siglo pasado. Sin embargo, Ramírez Murzi nos presenta una poesía muy intimista y personal, atravesada por páramos, por ríos, por calles agrestes y encuentros furtivos bajo lunas inmensas y misteriosas.
Entre las obras de este gran hombre de letras, encontramos: “Entre el cielo y la tierra”(1947); “Antes del olvido” con prólogo de Julio Barrenechea (1951); “Alta noche”(1955); “Otra soledad” con ilustración de Carlos Cruz Díez (1956); “El prestidigitador” (1956); “Antología Poética” con prólogo de José Ramón Medina (1960); “Sólo poemas”(1963); “La rosa y el verano”(1963); “Sin geografía” edición bilingüe hecha en Paris, Francia (1963); “El bufón de barba gris”(1966); “De amar y andar”(1967); “Rito sagrado”(1971); “El regreso del agua”(1975); “Galería de los espejos”(1975); “Viento del Oeste” (1978); “Contraposiciones” (1981); “Los estigmas” (1987); “Todo poesía” (1990); “Linaje de Neptuno” (1993) y “Sentencias del viejo pescador” (1994).
La poesía de Ramírez Murzi ha sido merecedora de premios importantes, tales como el Premio Municipal de Poesía de Caracas en 1976, Botón de Oro de la ciudad de San Cristóbal, y la ciudad de San Antonio le confirió la Insignia de los comuneros. Estudio en Francia. Su obra ha sido traducida parcialmente al inglés y al francés. En 1996, la voz de este gran poeta se transformó en agua, en bruma palpitante de bosques andinos, en cascada de sonoridad infinita. La Biblioteca de Autores Tachirenses publicó parte de su obra poética bajo el título “Todo Poesía”. Acercarse a la poética de Ramírez Murzi es ser testigo de un milagro de versos y metáforas transformadas en canción y eternidad.

jueves, 8 de julio de 2010

Ausencia


Ayer Verónica se trasladó a la ciudad de San Cristóbal a fin de adquirir unos zapatos de la última colección de invierno. Salió de su casa a eso de la siete de la mañana en su flamante Ford Fiesta 2006, color blanco. Iba vestida de jean y zapatos de tenis, con el pelo recogido en una cola de caballo, que se mecía coquetamente, al viento de la mañana. Casi se sabía de memoria el recorrido. Iba acompañada de Eros Ramazzotti; una canción que la llevaba como de la mano a recuperar un tiempo vivido con el alma en la piel. El último bache la hizo volver a la realidad. Un sol naciente, un cielo límpido, el reloj girando interminablemente, envejeciendo las cosas, envejeciéndola a ella, a sus veintitantos años, una chica profesional, dueña de la pista, en carrera interminable…
Era sábado. Día de compras; hacer el mercado de la semana. Las verduras frescas para lo de la dieta, pero primero comprar unos zapatos que vio por la tele. Después haría lo demás. Amaneció pensando en ponérselos en la cena de navidad, que ya estaba cercana.
Hundió otra vez el botoncito correspondiente. La canción revivió de nuevo,
Otra no puede haber, si no existe me la inventaré
Parece claro que… aún estoy envenenado de ti…
Y el pelo lacio y rubio volvió a destellar contra el cielo sin nubes de un sábado acelerado de diciembre.
De pronto la ciudad emergió frente a ella. El ruido y el humo. La congestión habitual. La pesadumbre y el hastío de ser una bestia más en medio de aquel submundo contaminado, de aquella selva repetida en los anuncios publicitarios, de aquel espejismo de neón y avaricia que la inquietaba y al mismo tiempo la atraía como un imán ineludible.
La tienda quedaba cerca del centro. En un edificio de cristal recién inaugurado. Allí estaban sus zapatos. Sacó la tarjeta de débito. De su boca brotaron las palabras predestinadas. Ocho números que señalaban su vida. Cuatro números que debía cambiar cuanto antes; eran las cifras de su nombre. De ese nombre pronunciado largamente en noches de soledad o sobresalto. Era él que aún estaba con ella. En cada ademán, en cada ruido de su cuerpo, en cada silencio de su piel. Los zapatos le quedaron muy bien; perfectos, señaló la muchacha, de un modo mecánico. Ya está, pensó, mientras huía hacia el estacionamiento, con la bolsita en la mano.
Decidió dar una vuelta más. Se dirigió a un restaurante de comida china: le encantaba el arroz frito, las lumpias… Aunque había decidido empezar una dieta, pues ya los rollitos de su abdomen se notaban demasiado para su gusto, no pudo resistir la tentación de probar el combinado N° 1, su favorito…Inesperadamente el cielo oscureció. Una llovizna repentina cambió el clima del mundo. Entonces su ausencia se hizo más pesada, casi corpórea. De pronto le dolió el alma, en un relampagueo de nostalgia. Le inquietaba sentirse como un náufrago en medio del océano, sin él; sin sus risas y juegos entre tanta gente seria y refinada. Extrañaba a ese lobo infantil que la hacía sentirse diferente, única: ella en todo su esplendor; ella sin visos superpuestos, ella sin máscaras, sin debe-ser-así; ella, en toda la extensión de su sensualidad…
El día siguió su rumbo invariable. Verónica hizo un ademán de fastidio que el bombero de la gasolinería interpretó como una súbita expresión de desprecio. Pero no era así. A pesar de su aspecto de niña insufrible, Verónica era una persona muy humana; sensible hasta los tuétanos… Lentamente, unas gotitas de sudor brotaron de su frente, blanco palacio de plata, cofre de pensamientos y ensoñaciones peregrinas…sus zapatos la acompañaban, ya no eran dos; eran tres. Eros le dio paso a Franco, y los destellos de la memoria la abrumaron sin piedad…
Sólo importas tú…Entre tanta gente
Sólo importas tú… Hasta el punto que a mí mismo
Se me olvida que también existo…

El automóvil del año cruzó una esquina atestada de buhoneros y vendedores de compactos piratas. Dentro de él iban tres elementos unidos por un lazo inquebrantable. El recuerdo de algo los unía; la sombra larguísima de una historia inolvidable, algo que se había vuelto cotidiano, como beber café cada mañana. Verónica suspiró después de todo. Se preocupó un poco al suponer que habría un atasco terrible de regreso a casa. Tomó el celular con un movimiento mil veces repetido, revisó los últimos mensajes. Se acordó que debía comprar las pastillas del mes. Y el minutero del reloj seguía cruzando mil veces el número doce: cuenta indetenible, que no cura nada, que por el contrario, profundiza la oquedad, la rabia permanente frente a un destino escrito por alguien desconocido, un camino difícil pero inevitable: como respirar y morir, así vivía Verónica.
Cuando decidió cruzar la avenida en busca de la calle de su infancia, sintió el peso del arrepentimiento. Cada arrepentimiento traía consigo un nuevo deseo de obrar desaforadamente, y por ende, de volverse a arrepentir. Tal y como el ciclo del agua en la naturaleza, en el corazón de Verónica giraban constantemente las mismas ideas, los mismos deseos, a veces incumplidos; las mismas prerrogativas de mujer locuaz, moderna, que afronta en silencio la certeza de que él no volverá a ocupar el vacío de su sombra; de que él no volverá a rozarla, ni tan siquiera con el tacto de su respiración…
Atardece sobre la ciudad. Luego de visitar a sus hermanas; de comentar lo que debía comentar; de mostrar los zapatos que había visto por la tele, y que ahora eran suyos, Verónica debe emprender viaje, debe irse pronto, si quiere evitar manejar de noche. A pesar de ser una profesional estrella, de haberse graduado con las mejores notas de la facultad, Verónica era frágil como una niña ante la oscuridad, ante la sola idea de conducir de noche. Eso era algo que odiaba, así como a veces se odiaba a sí misma, por estúpida, por blandengue, por permitir que los demás se metieran en su vida y decidieran por ella…
Por qué no me regresé más temprano… se preguntó, observando con detenimiento las cabezas de los ocupantes de un fiat uno que se hallaba frente a ella, y que como su auto, era un eslabón más en esa cola de la siete de la noche en la troncal nacional N 5. Habían cosas que la exasperaban verdaderamente: una de esas era formar parte de una cola automovilística. Ya el reloj le advertía que llevaba así más de una hora, moviéndose a paso de morrocoy. De pronto sintió ganas de llorar. Se contuvo con todas sus fuerzas, pero no pudo evitarlo: lloró con un llanto reposado, como si evitara que alguien la viera, a pesar de estar sola. Entre tanto, el reproductor le daba vida a esa canción, esa canción que aún la apesadumbraba; esa canción que en algún momento de su vida constituyó un himno; el fondo musical de la más ardua de sus historias. Una canción que era como una droga terrible que la emocionaba y la exasperaba a la vez, y que la remontaba inevitablemente, a unos brazos ajenos, a una boca distante…
Desde ese paraje de la ruta, Verónica podía divisar las luces de su pueblo (ella prefería llamarlo “pequeña ciudad”…). Su teléfono se había descargado apenas salió de San Cristóbal, por lo que llevaba más de tres horas sin comunicarse con él (Debe estar que echa chispas, pensó, sin inmutarse). Al poco rato detuvo el auto frente a la casa. Las luces del cuarto estaban encendidas. Guardó los discos compactos en sus respectivos estuches, se acomodó nuevamente la cola de caballo, luego se miró la cara en el espejo retrovisor, a fin de desprender con sus delgados dedos, las últimas cenizas de las lágrimas…




lunes, 5 de julio de 2010

La poética de Vicente Gerbasi

Uno de los poemas que marcó mi adolescencia fue sin duda alguna “Mi padre, el inmigrante” del poeta venezolano nacido en la población carabobeña de Canoabo, Vicente Gerbasi. En éste, el poeta desnuda sus más profundos sentimientos hacia la figura de su padre, utilizando como medio de comunicación una lírica perfecta, cuyo cuerpo poético, cargado de simbolismo, de metáforas espléndidas e imágenes de genial factura, nos permite poseer una obra de gran valor en la pléyade de las letras universales.
Vicente Gerbasi es considerado por muchos como uno de los principales promotores de los movimientos vanguardistas en Venezuela, especialmente aquellos de carácter surrealista. Su participación en el llamado Grupo Viernes, junto a otros grandes poetas como Pablo Rojas Guardia y José Ramón Heredia, entre otros, evidencian su aporte a la poesía venezolana, no sólo como creador, sino también como promotor cultural. En efecto, la influencia de su trabajo fue fundamental en la evolución de la lírica venezolana a partir del año de 1940.
La obra de Gerbasi se nutre de bosques, soles, lunas eclipsadas. Sus primeros versos, influenciados por Rilke, así como por otros poetas románticos alemanes, constituyeron el libro Vigilia del Náufrago, publicado por primera vez hacia 1937. Entonces su poética se destaca por su toque cálido y armonioso; por su gran plasticidad y dinamismo. Las fuerzas de lo telúrico, la soledad, la muerte, son los temas recurrentes a los largo del quehacer poético de este venezolano, nacido el 2 de junio de 1913.
La cosmogonía poética de Gerbasi se edifica en una búsqueda perentoria de esa palabra de múltiple semántica, en donde se rompa con el carácter meramente filológico de ésta. A este respecto el mismo Gerbasi nos comenta: “En poesía las palabras no poseen un valor justo, filológico, etimológico, sino que adquieren un valor múltiple, que escapa a la lógica corriente del lenguaje".
Bajo esta premisa, el poeta carabobeño despliega su imaginario infinito, desnudando esa condición de animal solitario, en constante asombro frente a los enigmas filosóficos de la vida, las supersticiones y los mitos de una tierra que lo vio nacer y morir, de una cultura rural, agreste, nutrida por una fauna y una flora de inconmensurable valía y misticismo.
Vicente Gerbasi murió en Caracas el 28 de diciembre de 1992, dejándonos como herencia una obra descomunal, que ha sido traducida a varios idiomas y ha despertado la admiración de propios y extraños.

domingo, 27 de junio de 2010

La Caverna de Saramago


Hace unos diez años leí La caverna. Novela escrita por el premio nobel portugués José Saramago. Me pareció una novela exquisita, en que se conjugan de manera acertada el fondo y la forma; las técnicas modernas con los modos de la novelística clásica. En La caverna, se desarrolla una temática universal, tratada con tino, inteligencia y sencillez.
La novela presenta las vicisitudes de una familia de alfareros que enfrenta los irremediables procesos que trae consigo la globalización. Viven ese desplazamiento que de modo terrible los margina, los convierte en seres inútiles. La paciencia y la obstinación del viejo Algor, la soledad, la nostalgia, la vejez vivida con sobriedad y orgullo, son los temas que página a página, van hilvanando un relato que se repliega de manera sutil, en el que se plantea el problema filosófico del hombre moderno, frente a los avatares de la industrialización, el consumismo y la producción en serie.
En sus páginas, encontramos ambientes rurales y urbanos en constante enfrentamiento. Con un lenguaje transparente, poético, Saramago nos describe ámbitos cotidianos: la poderosa ciudad con su gran centro comercial, sus edificios, sus avenidas abarrotadas, su velocidad y su desquiciamiento; por otro lado, la periferia, los barrios pobres, las calles sucias, los pueblos lejanos en que la vida campestre palpita, con sus casas de barro y sus hornos y su lentitud milenaria.
Una de las cosas que me llamaron la atención al momento de leer por primera vez esta obra, fue la manera como el escritor portugués introduce los diálogos. En tal sentido, se emplea el diálogo indirecto, el cual se inserta sin ningún tipo de señalización, tales como las comillas o los guiones. En efecto, éstos se presentan separados por comas, en donde la entrada de cada personaje se inicia con letra mayúscula. Aunque debido a esto, los párrafos suelen ser un tanto largos para mi gusto, la lectura se desarrolla con fluidez y dinamismo.
Vale acotar que como lo hace entrever el propio Saramago en su epígrafe, esta obra toma como uno de sus gérmenes fundamentales, el mito de «la Caverna» del filósofo griego Platón. Este mito plantea que la mayoría de los seres humanos vivimos de espaldas al mundo del conocimiento, conformándonos solamente con lo poco que podemos captar a través de nuestros domesticados sentidos. Según esta metáfora, nuestros racionamientos son superficiales, heredados de una sociedad que valora bien poco la verdadera búsqueda del saber, y el desarrollo de una epistemología que nos conduzca a comprender lo que fuimos, lo que somos, lo que podemos llegar a ser.

jueves, 17 de junio de 2010

La perfección cuentística de Ednodio Quintero





El mundo literario de Ednodio Quintero es el resultado de años de trabajo y disciplina. En efecto, si algo caracteriza a este escritor trujillano, además de su talento, es su capacidad de autocorrección. Si bien es cierto que este proceso es parte del trabajo literario de todo escritor, en Ednodio Quintero, alcanza visos de obsesión. Muchas de sus obras se han tejido tras años de rescritura, en esa lucha tenaz con la palabra, en procura de la frase perfecta, el ritmo ideal, la alquímica transferencia de un imaginario infinito a los códices de lo literario.Ednodio Quintero, además, nos presenta ambientes de agreste belleza cuyos referentes nos hacen evocar sierras acariciadas por la neblina, ríos furibundos que atraviesan valles y llanuras de ensueño, en donde el hombre pende como un fruto más, condicionado por las fuerzas de lo telúrico. Sus primeros cuentos, en su mayoría, se erigen condimentados por lo real fantástico. Juego onírico en que Quintero se mueve como pez en el agua. Textos como Gallo pinto o El hermano siamés son ejemplos de este coqueteo de Ednodio Quintero con las técnicas y los registros de la literatura desarrollada por los autores de boom de la novelística latinoamericana de los años 60. Pero lo de Quintero no es mera imitación. Si algo germina en sus textos, es una originalidad transparente y lúcida. Una manera de expresión narrativa avasallante, que configura una obra genuina y de total simbolismo. Ednodio Quintero nació en 1947. Es narrador, ensayista y profesor de la Universidad de los Andes- Mérida. Entre sus obras encontramos: La muerte viaja a caballo, Cabeza de cabra y otros relatos, El rey de las ratas, El combate, Mariana y los comanches, La danza del Jaguar, entre otras. Sobre su obra Carlos Sandoval, afirma: «Con una prosa inequívoca al servicio de una imaginario proverbial, su obra constituye un punto de inflexión en el proceso de la narrativa venezolana reciente.»Acercarse a la literatura de Ednodio Quintero es atestiguar el resultado de una búsqueda constante, infinita. De una vocación desbordante por acoplar de manera magistral los elementos literarios hasta lograr una literatura certera, profunda, humana (El Diario de los Andes, 18/05/2010).-

miércoles, 31 de marzo de 2010

Mi casa es un árbol antiguo (I)


Mi casa es un árbol antiguo
En ella florece la rosa de los vientos,
El corazón del verano:
La espiga inerte de las acequias.
Cada día, es la exaltación feliz
El trino de aves prodigiosas,
Sueños al vuelo, desandando en regiones
de estrellas disímiles.

Las ventanas se abren al campo, al sol que dora los trigales inermes.
Es una maravilla contemplar la línea azul en desbandada, el horizonte que se funde
En atmósferas de gris.

Entre la albacea y la nube de la tarde se perfila un combate.
Una bifurcación de arenas, de pueblos que navegan al ras de los acantilados.
Se devora a sí mismo el aullido multiforme, la lluvia que traga los cimientos,
Inunda el terraplén de las hormigas, ojos multiplicados de afán
Bajo la canícula de octubre.

Mi casa se irgue sobre el mar, sobre el estero, en la pradera solitaria
Como volcán oscuro y milagroso que reciclara su magma
En crepúsculos ahítos de afán y desamparo.

viernes, 26 de marzo de 2010

Ella y las flores





Condenado a mirarte entre sendas furtivas.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Avatares

Ya no le importaba nada. Apenas la noche caía sobre la ciudad. Tendría el tiempo suficiente; la cuartada perfecta. Nadie podría imaginarlo. Después de todo, su actitud era la de siempre. No habría rasgaduras ni conatos de incertidumbre acerca de su inocencia, de su total indefensión frente a la inesperada circunstancia.
Debía actuar sin miedo, pero al mismo tiempo con cautela. A esa hora en que los jóvenes enamorados miran la tele. El momento en que el viejo de la panadería estaría dormido frente al chisporroteo de la pantalla. Las horas que preceden al sueño. El instante en que las mujeres acuestan a sus hijos y les desean feliz noche y luego los arropan, con dejos de ternura o cansancio.
Con la mano temblorosa, la figura agazapada irrumpió por la parte trasera de la casa. Una semana antes había enviado a Bruno adonde sus padres. Allí puede correr y saltar con mayor libertad; los perros nacieron para ser libres, dijo con convicción, mientras ella se perdía en un prado de pensamientos disímiles…
Nadie lo sospecharía. A los pocos días, todo retornaría a la normalidad. La muerte habría cumplido puntualmente con su deber, con su función ineludible. Los diarios locales le darían el espacio correspondiente, nada más: El cadáver de una mujer fue hallado en extrañas circunstancias… Luego sería cuestión de tiempo.

lunes, 22 de marzo de 2010

Internet y la Lectura



Para quienes llevamos años promoviendo la lectura como una de las herramientas fundamentales en el desarrollo integral de los individuos, y que día a día debemos enfrentar la desazón de encontrarnos con jóvenes apáticos ante tan importante actividad, hoy nos tambaleamos ante un nuevo dilema: la revolución de Internet, que ya se perfila como uno de los nuevos obstáculos, o tal vez, como una prodigiosa posibilidad en la ardua tarea de “formar” nuevos lectores.
Últimamente, escritores, periodistas, profesores y personas allegadas al mundo de las letras en general, se han referido a este asunto. Algunos con desdén y suspicacia; otros, con un interés inusitado, febril. Al leer estos comentarios y opiniones, muchos de los cuales, dicho sea de paso, han sido publicados en blogs o en revistas digitales, he llegado a algunas conclusiones que quisiera compartir con todos ustedes.
Mi primera conclusión tiene que ver con la gran posibilidad que nos ofrece la red de redes. Y es que gracias al twitter o al facebook, por ejemplo, se pueden entablar conversaciones enriquecedoras, en las que se producen intercambios de saberes de gran factura, y en donde el código y el medio utilizado es la palabra escrita. Por otra parte, cualquier persona puede acceder a gran cantidad de material de diversos géneros, autores y temas con sólo escribir la dirección correspondiente en google, algo que hasta hace algunos años, era imposible.
Pero existen otras aplicaciones y servicios que utilizados con tino y eficacia pueden llegar a convertirse en fascinantes herramientas educativas en la formación de lectores autónomos, tal es el caso de los blogs o páginas personales. Con la masificación de los blogs se ha erigido un proceso de escritura y lectura novedoso y en constante crecimiento. Muchos buenos escritores publican sus textos en la Internet, lo que permite que cada vez más lectores disfruten de los beneficios que ofrece la literatura en todas sus vertientes.
Aunque no todo sea positivo es indudable que la Internet, al igual que anteriores adelantos científicos y tecnológicos, puede considerarse un gran paso entre una sociedad atrasada, mediocre, y una sociedad que avizora un futuro signado por el progreso intelectual y por un mejor nivel de vida para todos sus ciudadanos.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Una prosa para Chile

Chile es un país rico en poetas y escritores como Huidobro, Neruda, Bolaño. Un país en que la naturaleza se expresa en todo su esplendor, en donde la convergencia del desierto y la nieve, la pampa y la cordillera, lo convierten en un lugar de extremos contrastes, de fabulosos paisajes y horizontes. Su gente es amable y cordial; siempre con una sonrisa franca, y un abrazo acogedor.
Pero hoy Chile está de luto. Pues apenas estamos despertando de la pesadilla de Haití, cuando el país austral es sacudido por un terremoto, que según los expertos, ha sido 50 veces más poderoso que el que azotara a la isla caribeña hace casi dos meses atrás.
¿Acaso estos terribles acontecimientos naturales significan algo más que lo que los sismólogos explican desde sus pesquisas y razonamientos científicos? ¿Es posible que estos sean los signos de que debemos conscientizarnos, de una vez y por todas, acerca de nuestro papel en el planeta? ¿Hasta cuando seguiremos actuando de espaldas a los procesos biológicos que durante siglos han permitido la vida sobre la tierra?
A veces las palabras no bastan para mitigar tanto dolor, para esclarecer tanta incertidumbre. Así pues, es preciso que cada ser humano reflexione profundamente, pues la vida es una sola y exige acciones concretas que legitimen nuestro sino como seres pensantes, racionales, sin olvidar esos grandes pilares de la vida, como lo son el amor y la solidaridad. Sin duda, estas catástrofes desnudan nuestras fragilidades y nuestros miedos. Nos hacen abrir los ojos bruscamente y caer en la cuenta de que somos infinitamente pequeños y vulnerables ante los azares de la vida. De allí la necesidad de vivir al máximo cada minuto de existencia; de luchar por nuestros sueños y metas más preciadas. Ya llegará la muerte, esa realidad inevitable; ese recuento hostil pero innato a nuestra condición humana. Entre tanto, pidamos por nuestros hermanos chilenos, y enviémosles un abrazo cargado de fe y mucha esperanza...

domingo, 14 de febrero de 2010

el sol es la medalla

si observas con detenimiento todo lo que te rodea
podrás comprenderlo todo.
Los seres vivos hacen lo mejor que pueden para sobrevivir.
Cada mañana es un triunfo, el sol es como la gran medalla de la victoria
que florece con lentitud por el este,
ahuyentando las sombras de la noche...

Sólo debes ubicarte en el lugar que te corresponde,
con los pies justo sobre el pedazo de tierra que habitas,
con las manos tenuemente relajadas y la mirada serena en pos del horizonte.

Todo es cuestión de ser. De amar cuando sea necesario,
lo demás son cosas menores,
simulaciones,
estratagemas,
que pueden alejar de ti misma...

martes, 9 de febrero de 2010

El poder del Arte...

Museo del Prado, Madrid
En agosto de 2008 tuve la oportunidad de visitar dos centros del arte europeo y mundial: el Museo del Prado de Madrid y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, ambos ubicados en la capital española. Entre la maravillosa colección de obras maestras de la pintura de todos los tiempos que se exponen en el Reina Sofía, se halla una que siempre quise conocer de cerca: El Guernica, de Pablo Picasso. Esta fascinante obra del pintor malagueño, describe de una manera descarnada, las consecuencias de los bombardeos llevados a cabo por la aviación alemana sobre la ciudad vasca de Guernica, en el marco de la guerra civil que se desató en España entre 1936 y 1939.

Allí estaba, frente a la gran obra del maestro Picasso, quien con sólo tres colores (el negro, el blanco y el gris) logra un efecto de desasosiego, de devastación y muerte. Era una de las salas con mayor público, en donde se podían apreciar personas de diversas nacionalidades, de diferentes culturas y lenguas, pero con algo en común: la fascinación por el arte, por el poder trasgresor y profundamente humano de una obra total, genuina.

Me llamó la atención un grupo de asiáticos que se encontraban sentados en el piso, con las miradas fijas en las líneas y en los trazos de El Guernica, como perdidos en otro mundo, paralizados, silentes. Al cabo de un rato, nos dirigimos a otras salas y pudimos contemplar las obras de otros genios de la pintura española y mundial.
Una hora más tarde, y como un rito de despedida de tan importante recinto del arte universal, acudimos nuevamente a la sala de El Guernica. Era otra oleada de gente, otro público, a excepción de los chicos asiáticos que aún se hallaban frente a la sangrienta escena, contemplando atónitos el dolor de aquella mujer que recoge a un infante moribundo, al caballo que grita contra cielo, al hombre que extiende sus manos en actitud desesperada. Para estos visitantes, el tiempo se había detenido, desafiaban ahora, gracias al poder infinito del arte, los códigos inefables de la vida y la muerte.

miércoles, 27 de enero de 2010

La poesía mítica de Rafael Cadenas

Cuando se supo que al poeta venezolano Rafael Cadenas se le había conferido el premio de la Feria Internacional del libro de Guadalajara 2009, muchos de sus seguidores lo tomamos como un hecho natural, pues nuestro insigne poeta es uno de los más brillantes intelectuales del panorama literario actual en Hispanoamérica.
La producción literaria de Cadenas se caracteriza por un lenguaje sobrio, deslumbrante, místico. Una poesía profunda, humana, cuyo poder de persuasión trasciende lo literario para ubicarse en la médula de la cotidianidad.
El amor, la muerte, la palabra como espada de filos infinitos, la palabra como centro del mundo desbordada en su lírica. Cadenas maneja con tino magistral los registros de la poesía clásica así como las innovaciones vanguardistas, presentando una poesía total, cargada de emociones contenidas, belleza sin igual y misticismo.
Además de su quehacer poético, Rafael Cadenas se erige como un gran intelectual, educador, crítico lúcido de la forma como se enseña la lectura y la escritura en nuestro país. De temperamento calmo y personalidad sencilla, Rafael Cadenas transmite ese lirismo ancestral que sólo los genios de la literatura proyectan en su día a día.
Entre los libros de este venezolano ejemplar, encontramos Los cuadernos del destierro, Derrota, Falsas Maniobras, Memorial, Intemperie, Amante, Gestiones, entre otros, todos pertenecientes al género poético. Por otra parte, ha publicado textos relacionados con su trabajo docente, tales como Realidad y Literatura y En torno al lenguaje. A continuación un poema breve de su poemario Amante, publicado en 1983: “Donde las manos ya no persiguen/ apareces”. Acerquémonos al mundo poético de Rafael Cadenas, una alegría vital y necesaria.

viernes, 22 de enero de 2010

Mundos de ficción

(Persistencia de la memoria, Salvador Dalí)

Son muchas las horas que he pasado frente a un libro. Horas que se repliegan fugaces, en donde seres magníficos y muy humanos me encandilan con sus dones y falencias, sueños y melancolías. He espiado a la Maga desde un puente centenario de París, he caminado con Hans por las calles de una ciudad enigmática, conocí de cerca la obstinación del coronel que esperaba esa carta que jamás llegó o quién sabe. Reí sin parar frente a las ocurrencias del viejo enmendador y filibustero que jamás supo que aquellos monstruos gigantes eran molinos de viento. En fin, he gozado y llorado con eso que llaman ficción, como aquellos que gozan en una corrida de toros o en un partido de fútbol.

La literatura no es el libro que compras o que te regalan porque es muy bueno o porque está de moda, la literatura es el espíritu que palpita entre las páginas; esa dimensión estrecha y al mismo tiempo insoslayable que te ofrece una vía de escape, evasión febril y abrasadora que te envuelve y te corroe hasta hacerte navegar por un mar de emociones dispares y complejas. La literatura es a la vida, lo que el aire, a los pulmones.

Lamentablemente, muy pocos son los llamados a este concierto de significaciones infinitas, a esta fiesta de eternos paisajes y episodios. Aunque muchos intentamos promover la lectura como recurso de aprendizaje y recreación, desde las aulas o los medios de comunicación, son muy pocas las personas que disfrutan plenamente de los dulzores que ofrecen los diversos mundos que se agitan entre página y página.
Ojalá las personas se acercaran más a estas vidas o instantes, sin duda tendrían la posibilidad de recrear momentos profundamente humanos, en que enriquecerían sus propias existencias, viajarían sin viajar, y sabrían que el mundo es algo más que esto que somos.

jueves, 7 de enero de 2010

Bajo la sombra del corsario (I)

Podría considerarse un hecho fortuito, pero no lo es. Cada consecuencia es el efecto de una causa. La causalidad, muy al contrario de lo que muchos piensan, es el mecanismo secreto que palpita, subrepticiamente, más allá de los vaivenes de la vida física, generando la implosión de eso que llamamos ser o existencia. En otras palabras, todo está escrito como en la biblioteca borgiana, entre cuyas infinitas galerías nacen y mueren los hijos del gran corsario del tiempo, conocido bajo diversas identidades a lo largo de la historia.
El hombre desanda calles, trafica por vertederos solitarios, aunque se escuchen las voces y se registren a cada momento infinidad de sonidos, palpitaciones, lamentos, carcajadas efímeras. El hombre es la razón de su propia sustancia, mas no puede domeñar a su arbitrio los pasos que marcan el futuro. Pero no el futuro inmediato, el superfluo: ése es su voluntad transformada, como beber un vaso de agua cuando se desea y se puede beber un vaso de agua. Ese futuro es de su absoluto reinado. Me refiero al otro futuro, al voluble, al abstracto.
Al paso de los siglos, el hombre ha sobrevivido a la muerte, o la ha enfrentado, con la intención de ser en un futuro. El hombre va construyendo los cimientos sobre piedras forjadas por otros hombres. Eso que llamamos cultura o religión. Ese amasijo amorfo, delirante, turbio, profundamente humano.
Bajo la sombra del corsario el hombre dibuja costas intuidas en las regiones del sueño y la locura, con la mirada perdida en un horizonte distante, que perfila los pasos, los define entre hogueras titilantes, como estrellas de mar resplandecientes, en los rincones de puertos extraviados, de caducas simetrías y arenas disímiles.