Quién iba a imaginarse que tenías quince. Que debajo de aquel sudoroso esperpento palpitaba un corazón apasionado y altivo… Que nadie comprendía esa condición sincera de tu alma, de tu alma festiva y torpe, más allá de los bacalaos de la pena… Tenías quince, en tanto que desde el ojo de mi polaroid te eternizaba… Que ni tus hermanos, peces de piscina, quienes rompían la corriente con sus cuerpos de daga, hubieran comprendido la señal… Recuerdo el sol, el vaivén, la alameda, dónde estarás muñeca triste, dónde estarás…
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