Chile es un país rico en poetas y escritores como Huidobro, Neruda, Bolaño. Un país en que la naturaleza se expresa en todo su esplendor, en donde la convergencia del desierto y la nieve, la pampa y la cordillera, lo convierten en un lugar de extremos contrastes, de fabulosos paisajes y horizontes. Su gente es amable y cordial; siempre con una sonrisa franca, y un abrazo acogedor.
Pero hoy Chile está de luto. Pues apenas estamos despertando de la pesadilla de Haití, cuando el país austral es sacudido por un terremoto, que según los expertos, ha sido 50 veces más poderoso que el que azotara a la isla caribeña hace casi dos meses atrás.
¿Acaso estos terribles acontecimientos naturales significan algo más que lo que los sismólogos explican desde sus pesquisas y razonamientos científicos? ¿Es posible que estos sean los signos de que debemos conscientizarnos, de una vez y por todas, acerca de nuestro papel en el planeta? ¿Hasta cuando seguiremos actuando de espaldas a los procesos biológicos que durante siglos han permitido la vida sobre la tierra?
A veces las palabras no bastan para mitigar tanto dolor, para esclarecer tanta incertidumbre. Así pues, es preciso que cada ser humano reflexione profundamente, pues la vida es una sola y exige acciones concretas que legitimen nuestro sino como seres pensantes, racionales, sin olvidar esos grandes pilares de la vida, como lo son el amor y la solidaridad. Sin duda, estas catástrofes desnudan nuestras fragilidades y nuestros miedos. Nos hacen abrir los ojos bruscamente y caer en la cuenta de que somos infinitamente pequeños y vulnerables ante los azares de la vida. De allí la necesidad de vivir al máximo cada minuto de existencia; de luchar por nuestros sueños y metas más preciadas. Ya llegará la muerte, esa realidad inevitable; ese recuento hostil pero innato a nuestra condición humana. Entre tanto, pidamos por nuestros hermanos chilenos, y enviémosles un abrazo cargado de fe y mucha esperanza...
No hay comentarios:
Publicar un comentario