Hace
algunos días, adquirí El museo de la inocencia, del premio Nobel de Literatura
2006, el turco Orhan Pamuk. Un libro en el que se resalta el estilo elegante,
preciso y contundente, de uno de los escritores más importantes de la última
década. Una prosa sencilla, pero profunda, en donde se legitima la maestría de
Pamuk en cuanto a la representación de situaciones reales y cotidianas,
atravesadas por un halo mágico y exótico, donde el amor, el sexo, las
tradiciones y la muerte, adquieren un enfoque inédito, una mirada nueva.
La
narrativa de Pamuk reivindica, en algunos aspectos, los rasgos de la literatura
decimonónica, con la nitidez y la fuerza descriptiva, alejada en muchos casos,
de las técnicas y formas vanguardistas. Por otra parte, es preciso advertir, la
presencia de cierta influencia de la literatura rusa, así como de los grandes
maestros norteamericanos.
“Nieve” es
una de las novelas más importantes de este escritor. En relación con ésta,
Pamuk reflexiona, haciendo énfasis en el poder de la palabra en las sociedades
contemporáneas. “Nieve es una novela política, la primera y la última que haré,
y tuvo mucho éxito en Turquía. Puso a mucha gente un poco nerviosa, pero por
otra parte, tuvo muchos lectores. Quizá no les gustaba todo lo que leían, pero
les interesaba el problema, la situación que exponía.
En una novela política, el autor
no tiene por qué ser amado por todos sus lectores, ni éstos tienen que
compartir necesariamente todas las opiniones del escritor. De hecho, un autor
político al que todo el mundo ame probablemente lo único que haga sea repetir
los clichés y halagar los tópicos preconcebidos de su público, en vez de
intentar reflexionar sobre el tema.”
En
cuanto al oficio de escritor, en una entrevista conducida por Rosa Montero, el
premio nobel explica: “Te vas construyendo una vida de escritor, desde luego, y
desde ese punto de vista no eres igual a nadie más. Pero con esto no me estoy
refiriendo a esa vanidad narcisista de los autores que se creen únicos.
Distingamos entre ese narcisismo, que no comparto ni me interesa, y por otro
lado el trabajo que hago. La manera en que yo veo ese trabajo, la manera en que
escribo mis novelas, es siempre buscando lo que hay en lo más profundo del ser
humano e intentando sacar eso a la superficie, para demostrar que todos somos
iguales unos a otros.”
Orhan
Pamuk ha sabido enfocar aspectos sociales desde una óptica muy particular,
donde su literatura constituye un puente que establece encuentros y disyuntivas
entre la cultura del medio oriente y la vida contemporánea occidental. En este
sentido, sus opiniones han causado polémica en su país, por su crítica, certera
y pertinaz.
He
leído las primeras páginas de “El museo de la inocencia” y ya estoy enganchado
de esa prosa fluida, de la experiencia que significa disfrutar y aprender de
una literatura sólida, pertinente, esencial. Acerquémonos a este maestro de las
letras, a ese mundo construido desde su propia experiencia, que viene a ser el
reflejo de las perplejidades y los éxitos del hombre de nuestros días.
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