domingo, 6 de mayo de 2012

Una estatua para Mazinger


Alfredo tiene ocho años, vive en Madrid con sus padres. No puede creer lo que sus ojos están mirando. Allí, frente a él, Mazinger Z contempla al mundo en actitud vigilante. Su padre se lo había dicho días atrás, que lo iba a llevar a un lugar espectacular donde además de conocer a unos familiares, iba a llevarse una gran sorpresa. Así fue. Alfredito observa con detenimiento al Mazinger de Tarragona, al noreste de la Península Ibérica. Mira a su padre, quien a su vez lo mira con alegría, y luego se abrazan como un par de chiquillos frente a aquellos diez metros de altura de fibra de vidrio y recuerdos.
            Así como Alfredito, muchos niños y niñas del mundo, vivieron la emoción de ver a su héroe favorito, Mazinger Z, acabar con las pretensiones terroríficas del Dr. Hell y su tropa de robots restaurados, provenientes de la Isla de Rodas. Cada capítulo, despertaba nuestras expectativas, y cuando pensábamos que nuestro héroe iba a sucumbir y sería destruido, éste demostrando sus magníficos poderes y estratagemas, salía ileso de cada una de las batallas que debía sostener a fin de salvar a la civilización.
            Recuerdo claramente aquellos días de inicios de los ochenta, un niño, casi como Alfredito, frente a la televisión después de la seis de la tarde, concentrado en un nuevo capítulo de Mazinger Z, para ese entonces transmitido por Venevisión. Era una cita imperdible. A veces, prefería venirme a la casa a ver la serie que quedarme jugando en la calle con los vecinos o primos.
            Y es que a pesar de que en muchos países fue censurada, porque supuestamente alentaba a la violencia, para mí era y es una fábula épica de la lucha que cada día debemos emprender para cumplir nuestras metas. El honor, la perseverancia, subyacen en cada entrega, hasta el amor entre Koji Kabuto y Sayaka Yumi que no lograba establecerse debido a sus personalidades y diferencias.       
            Alfredito posa junto a su padre al lado de la gran estatua, para materializar lo que será un recuerdo futuro. Tiene entre sus manos una réplica de Mazinger Z que su padre compró en 1997, fabricado por la empresa Bandai, dentro de la línea Soul of Chogokin, y que ahora éste se lo ha obsequiado como un tesoro invaluable.
Han visto juntos todos los capítulos de la serie, a través de la WEB. Alfredito sabe de lo que es capaz su amigo Mazinger, por eso su imaginación se desboca, y es cuando Mazinger se arrodilla frente a él y le alarga su gran mano defensora del mundo, y Alfredito sonríe, mientras su padre tiene la certeza de que aquella tarde será inolvidable para su hijo, así como lo será por siempre para él.

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