domingo, 28 de diciembre de 2008

Encuentro

Ayer se paseó por las calles de la infancia. Era algo muy diferente, las casas de entonces eran grandes, así como grande era la distancia entre la casa de su tía y la de sus padres. Era obvio tal desacomodamiento de la mirada; habían pasado más de veinte años. Me lo comentó como algo extraño, ¿a ti no te ha sucedido algo similar? Le dije que sí, que a veces, que todo dependía… Luego se fue la luz nuevamente, por lo que tuvimos que aguardar casi dos horas para revisar el ensayo, fueron unos minutos largos y aburridos, que intentamos rellenar hablando del pasado, de los amigos del liceo, de las chicas que nos gustaban.
Al siguiente día quedamos de encontrarnos en un bar que está ubicado en la avenida principal, justo frente a la estación de gasolina. Llegué un poco tarde, no mucho, sin embargo Roberto me saludó con desgano, y su voz era temblorosa. Al cabo de tres cervezas la tensión se fue relajando. Ese día terminamos hablando de lo mismo del día anterior. Roberto me comentó que antes podía llegarse tranquilamente a su antiguo barrio, pero que ahora era toda una odisea, su tía se lo había contado. Que ahora hasta debían pagar una especie de peaje para poder acceder a las calles principales; ella vivía allí. “Figúrate, tronco de problema, si no nos hubiéramos mudado…”, “me imagino”, “No lo imaginas” Su voz adquirió un solfeo inusual.
La vieja Amanda colocó un CD de ballenatos que me trajo recuerdos de los años ochenta. De las hermanas que solíamos visitar por aquella época. “Nos tenían jodidos”, dijo esta vez, llevándose luego la botella a la boca…
―Por cierto… ¿Cómo está Nancy?
―Muy bien. Te envió saludos.
―Ah… ¿y qué tal Teresita?
―Solterita… como siempre…
Al día siguiente lo llevé a la casa. Para Nancy fue una gran sorpresa tenerlo frente a ella, después de tanto tiempo; eso me dijo después, cuando Teresa aceptó una primera llamada y el resto no me lo quiso contar porque tenía mucho sueño…
Hasta mañana…

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