Te escribo malas viejas. Relatos inconexos de un ayer no tan lejano, como si quisiera contarte lo que hago en un día entero, en este piso de Madrid, a ocho mil kilómetros de tu falda a cuadros negros y rojos; al otro lado de tus besos, diría que en el centro de una burbuja que tenuemente se eleva hacia un cielo intermitente y rojizo.
Te escribo malas viejas, como siempre, porque la estupidez no es vana, mucho menos los recuerdos, los largos paseos, la inapetencia compulsiva, la alegría extrema, la calle cuyo nombre significa insomnio o duermevela...
Te escribo cosas raras, sin gramática, tal vez con faltas de ortografía; papeles cargados de adjetivos inútiles, de frases hechas, de vaivenes de la memoria... a ocho mil kilómetros de tu pelo, de la selva, del ruido de ollas que caen como hojas de zinc en la cocina...
Te escribo malas viejas: todo lo sabes, recursos inefables para aplacar esta orfandad...
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