El fin de semana vi una película basada en la vida de la escritora J. K. Rowling. En ésta se presentaba a la escritora británica, desde la niñez hasta que obtuvo la fama mundial, no sólo en la literatura sino también en el cine, con la saga de Harry Potter. No sé si la historia es totalmente verídica, pero nos presenta las vicisitudes que enfrentó Rowling, a fin de lograr su sueño: ser escritora.
Según el film, la tenacidad y la perseverancia fueron elementos claves en la vida de la ahora diva literaria. A pesar de todo lo que tuvo que enfrentar, la escritora jamás cesó en su empeño por crear historias que “tuvieran vida propia”. De tanto ir y venir, las historias se fueron enlazando, creando un universo autónomo, creíble, enternecedor y cargado de acciones fantásticas. Como siempre suele suceder con los escritores noveles, el libro fue rechazado por más de una casa editora. Rechazos que aunque amargos, no pudieron trastocar los sueños de la entonces profesora de primaria. Finalmente, como fruto de la fe y la esperanza, alguien creyó en su historia, convirtiéndola en uno de los acontecimientos literarios más importantes de los últimos veinte años.
Es indudable que uno de los mensajes de la película es el valor del esfuerzo. Y es que en este mundo nada puede ser producto de la casualidad. Opino, desde mi experiencia, que la causalidad es la clave del asunto. Cuando se busca una meta, se traza una ruta, lo importante es mantener el espíritu y todas las energías orientadas en tal dirección. Si quiero mejorar mis competencias como futbolista, por decir algo, debo como mínimo entrenar todos los días, y el máximo de horas posible. Si quiero aprender un idioma, de igual modo, debo practicar todos los días, con ahínco, con tesón.
Muchos países han superado grandes catástrofes naturales, gracias a su gente, al valor del trabajo organizado, del esfuerzo en conjunto. Lamentablemente, otras naciones se amparan en riquezas no renovables, con la ausencia del esfuerzo verdadero. Dádivas de estados paternalistas conllevan al deterioro de este importante valor. Así pues, encontramos sociedades superfluas, abotagadas de orgullo, viviendo entre un status insustancial y la codicia. Lo peor es que muchos gobernantes se aprovechan de este estado de cosas, e invierten en mantenerlo.
El valor del esfuerzo, la tarea emprendida y concluida de la manera más honesta posible, la responsabilidad, la creatividad, la tolerancia, el llevar a la práctica la teoría, son factores determinantes en el desarrollo personal y profesional de todo individuo, de todo país.
1 comentario:
No puedo estar más de acuerdo contigo, Raúl.
Muy buena entrada.
Un abrazo.
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