sábado, 19 de julio de 2008

cadáver exquisito (i)

Érase un pueblo, un país donde la gente deambulaba con los ojos cuadrados, no tenían manos pues las habían perdido por falta de uso. No tenían piernas, pues éstas les eran amputadas al nacer. Vivían la vida sin muchas complicaciones. La palabra amor y lo que ella implicaba era una enfermedad, de la que huían aplicándose inyecciones o arrojándose a los trenes (carros, en nuestro caso).
No usaban calendarios, de hecho esta palabra no existía en su escueto vocabulario. Para ellos el día era uno solo. Los años eran medidos según los latidos del corazón: la ecuación era simple: años= latidos del corazón-noches de insomnio...

(Don Pedro dejó de escribir. Iban a ser las 2 de la mañana... Al cabo, se tomó el trozo de diazepan, se fue al cuarto, se recostó lentamente, la mirada enrojecida y vidriosa, en dirección a la ventana...)

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