Todos los días veo los ferrys partir. Soy testigo de lo que pasa antes y después. De la masa humana que se agolpa, se extiende, se disgrega; pulula, hace ruido y se acalla de pronto, como una nube de abejas que va y viene.
Más allá, el horizonte, dispuesto entre mitades azules, y el sol seco y turbio brindando su energía, su luz, su fuego perenne...
Otra tarde que se multiplica y va a dar al pote del ayer. Mientras los ferrys como aldeas rodantes se pierden lentamente, como si se hundieran de pronto para nunca más volver...
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